La Academia de Yuste suma su voz al llamamiento contra la guerra de Ucrania

Al cumplirse un año del inicio de la guerra en Ucrania, la Academia Europea e Iberoamericana de Yuste ha suscrito la «Declaración de Yuste» sobre la guerra en este país europeo, que han firmado para expresar su “sincera y profunda solidaridad” con este pueblo, que ha sido “asolado por una agresión militar injustificada y condenable por parte de una nación vecina que ha estado vinculada cultural y espiritualmente a ella durante siglos” y en la que condenan “tanto sufrimiento humano innecesario e inmerecido”.

El texto de la declaración se suma al llamamiento realizado hace unos meses por la Unión Internacional de Academias (UAI), organismo fundado en 1919 tras la Primera Guerra Mundial, con el fin de apoyar y desarrollar la cooperación internacional pacífica entre académicos e investigadores y en beneficio del progreso en el estudio de las ciencias humanas y sociales.

Esta declaración es un texto firmado en febrero de 2023 por los historiadores Paul Preston, Enrique Moradiellos, Gustaaf Janssens y Manuela Mendonça; los sociólogos Peter Piot, Zsuzsa Ferge y Abram de Swaan; el cardiólogo e investigador Valentín Fuster; los políticos Ramón Jaúregui, Marcelino Oreja, Juan Carlos Rodríguez Ibarra y Mónica Luisa Macovei, y el director musical Franz Welser-Möst.

 

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«DECLARACIÓN DE YUSTE»

DECLARACIÓN DE LA ACADEMIA EUROPEA E IBEROAMERICANA DE YUSTE

SOBRE LA GUERRA EN UCRANIA

Han pasado ya más de 65 años desde que seis países europeos emprendieran en 1957 la senda hacia la integración de sus economías y sociedades con la esperanza de legar así a toda su ciudadanía una vida mejor. Lo hicieron sobre el solar humeante de un continente arrasado por la devastación material y moral ocasionada por una aterradora guerra europea devenida en mundial y por la experiencia de brutales regímenes políticos totalitarios y genocidas que emplearon la violencia más extrema contra sus propias poblaciones y las vecinas. Aquel proyecto integrador que trataba de superar siglos de enfrentamiento y divisiones internas demostró enseguida sus potencialidades y motivó muy pronto el deseo de incorporación al proceso del resto de países continentales. Como consecuencia, a lo largo de sucesivas ampliaciones, en el día de hoy 27 estados constituyen la Unión Europea, un inédito experimento político de integración y cooperación socio-económica superior a la idea de confederación sin llegar por ello a ser una completa federación.

Ese proyecto europeísta ha sido capaz de generar en estas seis décadas y media de existencia la mayor fase de estabilidad política, prosperidad económica, florecimiento cultural y bienestar social, registrada en el viejo continente a lo largo de su milenaria y densa historia. Y, sin duda alguna, en ese largo camino, las generaciones de entonces y posteriores que llevaron a cabo tal obra operaron bajo el peso inmediato de la trágica memoria del pasado bélico reciente que había que dejar atrás para siempre y bajo el estímulo de la esperanza de un futuro más humano y venturoso para todos sus herederos. Actuaban, para decirlo a la manera clásica, con una combinación de pasión moral y razón pragmática: sine ira et studio (sin enconos sectarios sentimentales y tras meditada reflexión racional).

Sin embargo, desde hace ya casi un año entero, para sorpresa y profundo pesar de la ciudadanía europea, el fantasma del horror de la guerra que se creía conjurado ha vuelto a hacerse presente en el viejo solar continental de la manera más brutal y dolorosa. Esta vez bajo la forma de la injustificada agresión militar de Rusia contra la soberanía y la integridad territorial de Ucrania, con su estela de inenarrables sufrimientos entre la población civil de ese país, forzada a soportar las destrucciones de su tejido social, económico y cultural, así como empujada a la emigración forzosa de sus hogares ancestrales para intentar sobrevivir. Este retorno inesperado a las puertas de sus fronteras de un temido jinete del Apocalipsis ha sobrecogido el ánimo de todos los europeos porque hace revivir y contemplar la brutalidad de un fenómeno humano bien conocido, pero sumamente aborrecido desde los propios orígenes de la civilización europea en las más antiguas brumas de la época antigua clásica. No en vano, una de sus primeras descripciones históricas y de sus primeras condenas morales fue hecha por Heródoto de Halicarnaso, el padre de la Historia como disciplina intelectual, allá por el siglo V antes de Jesucristo: “Pues nadie es tan estúpido que prefiera la guerra a la paz que, en esta, los hijos sepultan a sus padres, mientras que, en aquella, son los padres quienes sepultan a sus hijos”.

Con toda su conmovedora simplicidad, esa definición condenatoria de uno de nuestros primeros y más grandes pensadores europeos alude sin reservas a un rasgo bien notorio y comprobable por todos: la guerra, como conflicto violento prolongado entre grupos armados bien definidos, altera radicalmente los parámetros de la vida social de los colectivos humanos que tienen la desgracia y el infortunio de experimentarla y soportarla. Y también consigue el absurdo de que los ritmos biológicos naturales y previsibles se quiebren hasta el punto de que los padres entierren a sus hijos antes de que estos puedan cumplir con su obligación moral de enterrar a sus progenitores con los debidos respetos y a su debido tiempo.

En estas circunstancias trágicas para toda la ciudadanía europea amante de la  paz, la Academia Europea e Iberoamericana de Yuste desea sumar su voz al llamamiento contra la guerra aprobado hace algunos meses por la Unión Académica Internacional,  fundada en 1919 tras el cataclismo de la Primera Guerra Mundial, como organización  promotora de la cooperación en el campo de las humanidades y las ciencias sociales de  más de un centenar de academias y centros de investigación superior de 63  países diferentes, incluyendo a Ucrania y Rusia. La Academia Europea e Iberoamericana de Yuste expresa en esa misma línea su sincera y profunda solidaridad con el pueblo de Ucrania, azotado por una injustificada y condenable agresión militar por parte de una nación vecina y ligada cultural y espiritualmente a ella desde siglos atrás. Y, al igual que la Unión Académica Internacional y otras tantas organizaciones académicas fraternales, la Academia Europea e Iberoamericana de Yuste suscribe la esperanza de que sea posible llegar a un rápido término de las hostilidades gracias a los esfuerzos de la Organización de Naciones Unidas y de la Unión Europea para restablecer el imperio del derecho internacional y poner fin a tanto sufrimiento humano innecesario e inmerecido.

En el Monasterio de Yuste, sede de la Academia, febrero de 2023.

Gustaaf Janssens; Abram de Swaan; Marcelino Oreja Aguirre; Zsuzsa Ferge; Peter Piot; Valentín Fuster Carulla; Paul Preston; Manuela Mendonça; Monica Luisa  Macovei; Juan Carlos Rodríguez Ibarra; Franz Welser-Möst; Ramón Jáuregui Atondo;  Enrique Moradiellos García.

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